lunes, 19 de febrero de 2007

Por Víctor Manuel Barceló R.
Dos acontecimientos –uno macro el otro local- nos llevan a reflexiones acerca de la democracia representativa. Tal pareciera que su ejercicio se salió de cauce. Ahora, cualesquiera representantes electos, en especial los miembros del Congreso, olvidan que están allí para defender los intereses de sus electores. Ocurre que los partidos políticos se montan en el proceso político, aprovechan los resultados de las elecciones y el manejo que hacen de la representatividad lograda, poco o nada tiene que ver con las preocupaciones ingentes de los pobladores. Trabajo cuesta que se preocupen por temas como: la alimentación, los servicios, la educación y salud, que no están dando buenos resultados. Se afirma que los partidos están llegando al límite de su credibilidad.
Encuestas van y vienen y no logran sacar de los límites menores de confianza a los partidos, frente a otras instituciones nacionales como: el ejército, la iglesia, hasta el ejecutivo federal. La elección en puerta de la dirigencia del PRI -este domingo- que puede tener perspectivas de cambio y consolidación de posiciones ideológicas vanguardistas, o no, nos lleva a insistir en la crisis de los partidos. Nos incorpora a la emergencia de nuevos criterios y posiciones que hacen necesario replantear estructura y características del Régimen de Partidos. Este esfuerzo parte de lo que pueda o deba hacerse con cada uno de ellos. Lo que acontece en Yucatán, en que un “berrinche de líderes”, puestos de lado por determinaciones cupulares de sus respectivas formaciones políticas, cambia notablemente la correlación de fuerzas -independientemente de a quien o a quienes beneficie-.
Se trata de una palpable muestra de la declinación de una de las más antiguas formaciones partidistas –el PAN- de la fortaleza de otras, emergentes o de larga data –PRI y Convergencia- que al asumir candidaturas de personeros de otros partidos o del propio, poco o nada muestran como ruta ideológica, clara y constructiva, independientemente de que puedan incluso, alzarse con el triunfo. El hecho es que ahora, el dinero es el gran elector en casi todas las contiendas, internas o externas, en que participan los partidos. Los medios asumen el papel protagónico. Los políticos, en su mayoría, se acogen al “genio mediático” para conformar una imagen “vendible”. No importan principios, razones, compromisos sociales. Cuando el triunfo sonríe, ya no son los votos logrados y menos aún los ciudadanos los que cuentan. Todo se lo deben “a su manager” y se asumen comprometidos con cadenas de radio, televisión y otros medios, que fueron sus implementos para el triunfo.
Al final, no se sienten representantes de la sociedad, al menos de la porción que votó por ellos. Se unen a criterios partidistas, muchas veces negociados en lo oscurito. Determinaciones de la Corte Suprema nos hacen pensar en que el contagio llegó, a lo mas alto de la interpretación de las leyes, o al menos así parece ocurrir cuando se pone a los partidos por delante de los ciudadanos. Ojalá que los resultados, bastante probables, de la contienda por el CEN del PRI, den un respiro al Sistema de Partidos, recuperando en toda su extensión el contacto con pueblos y ciudadanos.
La gestoría; la capacitación política en torno a precisiones ideológicas y de acción social; los planteamientos puntuales referidos, tanto a los grandes temas nacionales, como a los asuntos de coyuntura, son puntales para una buena tarea partidista. Llevaría a conformar una oferta electoral, comprometida con los ciudadanos. Estaría abriendo la puerta a la etapa superior de la democracia, la participativa. A ver si así, de una vez por todas, conformamos la democracia que merecemos.
Correo Electrónico: v_barcelo@hotmail.com